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diario de una guerra personal contra las huestes PPeras

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viernes, 31 de agosto de 2012

¿QUÉ PAÍS LE VOY A DEJAR A MI HIJO?




Cuando el 6 de Diciembre de 1978 voté si a la Constitución Española, (aunque a regañadientes pues no me gustaba y sigue sin gustarme la monarquía) pensaba, con la candidez de los 18 años, que se abría para el país un horizonte democrático que nos llevaría a igualarnos a aquellas democracias firmemente asentadas  del resto de Europa y de las que tanto oía hablar a los amigos extranjeros de mi familia (daneses, alemanes, holandeses, franceses…).  Que con el tiempo y un poco de voluntad alcanzaríamos el bienestar y el progreso de unos países que más que al norte de los Pirineos se me antojaban más allá de Marte.

 Ahora, al mirar atrás desde mis 52 años, me siento estafado, burlado, engañado, robado y violado en lo más intimo de mis aspiraciones democráticas. Veo con tristeza e indignación como lo que se prometía  un sistema de libertades justo y equitativo, no ha sido más que una mentira. Un engaño mayúsculo perpetrado por una serie de individuos preocupados única y exclusivamente en alcanzar poder y riqueza a toda costa y en perpetuarse en el mismo a toda costa, pisando a quien hiciera falta, para permanecer ahí por los siglos de los siglos.

 Hasta el 82 gobernaron, a trancas y barrancas, los herederos directísimos del régimen franquista, quienes, asentados en el poder desde hacía treinta y cinco años ya venían con las alforjas llenas y no les hacía falta nada.

 En el 82 llegaron los socialistas, quienes unos años antes nadie sabía de donde habían salido. Desertores del arado unos, diletantes de salón otros, cuando llegaron al poder los dedos se les hicieron huéspedes. De comer potaje y tortilla de patatas, se vieron de pronto transportados en lujosos coches oficiales a alfombrados salones, probaron el marisco y el Moet Chandón y perdieron el oremus. Fue una fiesta de 14 años a pajera abierta donde, al grito de “maricón el último”, dejaron el país hecho unos zorros.

 Mientras tanto, los cachorros de las buenas familias del Régimen anterior, escarmentados por el estrepitoso fracaso de sus progenitores (que casi había hecho desaparecer la derecha del arco parlamentario) fueron aunando sus fuerzas y dándose un barniz democrático, se preparaban para conquistar el poder al que consideraban única y exclusivamente suyo y que había sido usurpado por una legión de destripaterrones que antaño no tenían ni donde caerse muertos.

 Llegó el año 96. Desgastado el socialismo, por errores propios y presión ajena. Con un paro altísimo y turbios asuntos de corrupción y terrorismo de estado, la gente (presión mediante de toda la ultraderecha mediática, que llegó a poner en peligro la estabilidad del estado) le dio un vuelco a la tortilla y votó a un individuo mediocre y ramplón que prometía atar a los perros con longanizas y parabienes sin cuento para todo el mundo.

 Los primeros cuatro años se sacó de la manga un as que llevaba oculto, llamado “Ley del Suelo” que, unido al talante moderado que exhibía, debido a haber tenido que pactar el gobierno con los “malvados” nacionalistas, hicieron que cuatro años después obtuviera una mayoría absoluta arrolladora.

 Entonces, se volvió loco.

 Al no tener a nadie que le dijera al oído aquello de “Memento Uomo”  (recuerda, eres humano) que les decían antaño a los generales romanos cuando entraban triunfantes en la capital, pensó que todo le estaba permitido. Casó a su hija en el Escorial con una ceremonia propia de un rey africano, tardó un mes en aparecer por una Galicia que se ahogaba en petróleo y veía ir a la ruina el pan de sus habitantes, puso los pies encima de la mesa del amo del mundo y nos metió en una guerra  injusta y mentirosa entre los vergonzosos aplausos de sus acólitos.

 Sin embargo, el pelotazo del ladrillo había hecho creer al país que vivía en Jauja, el dinero fluía con el agua y parecía que el mas tonto se había hecho rico, se había comprado un casoplón y conducía un Audi A6. El paro era prácticamente residual y por todo el terreno patrio crecían como setas, macro urbanizaciones, palacios de congresos y “Ciudades” de la cultura, de las artes, de las ciencias, de la luz, etc.… y, ni el más pequeño pueblo era nada sin un complejo  ultra polideportivo diseñado por el más pomposo arquitecto de moda.

 Llegó el año 2004 y nada hacía suponer que la derecha no volvería a ganar las Elecciones. El partido socialista aun estaba lamiéndose las heridas y el candidato que sorpresivamente había ganado la secretaría del partido, parecía más un voluntarioso principiante que un político que pudiera hacer sombra a la férrea maquinaria del gobierno.

 Pero aquel hombrecillo mediocre y ramplón había llegado a tal punto de endiosamiento que cometió un error que nunca debe cometer un político que se precie. Mentir y que te pillen. Cuatro días antes de las elecciones, la guerra en la que "el señor de Las Azores" nos había metido tuvo la terrible consecuencia de que un grupo de fanáticos iluminados de Alá cometieran el más brutal y sangriento atentado que había sufrido España.

 Entonces, convencido de que si los ciudadanos conectaban ese atentado con aquella guerra injusta que el había apoyado, estaba más acabado que el Fox-trot, mintió e hizo que todo su gobierno y los medios de comunicación que controlaba mintieran hasta la saciedad.

 El vuelco que dieron aquellas elecciones no se lo esperaba ni Zapatero, que acabó lleno de moretones de tanto pellizcarse, y aquel político bisoño que esperaba pasarse los siguientes cuatro años criticando al gobierno desde el banco de la oposición se vio de buenas a primeras sentado en la Moncloa y con un país que iba como un Ferrari (hacia el abismo pero como un Ferrari, que caramba)

 ¿Y que hizo el político bisoño y optimista hasta el cansancio? ¡Nada!. Bueno si, dormirse en los laureles y dejarse llevar por la corriente. Nada de revisar la ley del suelo. Nada de estudiar detenidamente el monocultivo ladrillista que amenazaba con desbordarse por todos los lados del país como la espuma de una cerveza mal tirada. Nada de controlar férreamente a la banca y a las cajas de ahorro, que se habían convertido en una suerte de “burro Cagadiners” que repartían hipotecas como si fueran caramelos. Nada de atar corto a las autonomías que gastaban como un adolescente Saudí, en barbaridades que pondrían los pelos de punta a un contable de la mafia. Solo se dedicó a sentarse en la cresta de la ola  y creerse la hostia en bote.

 La burbuja del ladrillo le permitió (en el tiempo de descuento) volver a ganar las elecciones y, cuando se las prometía más felices, la burbuja le estalló en los morros y tan fuerte, que lo dejó como un boxeador noqueado y dando vueltas como gallina sin cabeza. Tan grogui se quedó, que mientras el país se hundía a su alrededor, el se dedicó a negar la mayor y a decir que todo estaba estupendito y que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, mientras España se llenaba de urbanizaciones abandonadas, la gente se quedaba sin trabajo, las cajas embargaban las viviendas y quebraban por que no sabían que hacer con tanto piso y los directivos, puestos ahí por los partidos políticos huían con los bolsillos a reventar al grito de “el último que apague la luz”, mientras las filas del paro aumentaban a la carrera y el país entero se sumía en la certeza de que aquello era más gordo de lo que parecía.

 Y cuando los jóvenes en paro y sin estudios (quien iba a hincar codos si se ganaban 3000 euros echando cemento) empezaban a volver a casa de sus padres y los emigrantes atraídos por los cantos de sirena del país de Jauja empezaban a volverse a sus países, llegó el hombre gris.

 El hombre gris había tomado el castillo a la chita callando y sin pegar un solo tiro, dejando que sus contrincantes se despellejaran entre si. Su máxima era aquella de más vale callar y parecer imbecil, que abrir la boca y demostrar que lo eres. Su aspecto circunspecto le daba un aire  como de maestro nacional del franquismo al que la sabiduría, como el valor en la mili, se le suponía y consiguió convencer al pueblo de que el tenía la fórmula, la solución mágica e infalible que nos sacaría de la crisis y los pajaritos cantarían, las nubes se levantarían  y en España empezaría de nuevo a amanecer.

 La gente (la gran mayoría) se tragó el anzuelo. Con eso y con la brutal abstención que se produjo entre los votantes del PSOE, el hombre gris se hizo con las riendas del negocio, pero el negocio resultó que estaba en la ruina y los acreedores aporreaban la puerta como en el ático de “13 Rue del Percebe” y, como dice el dicho, “te prometo hasta que te la meto y una vez metido, se olvido lo prometido”, el hombre gris y sus jefazos de la banca europea nos la metieron doblada y sin vaselina y donde habían dicho digo, empezaron a decir Diego y pusieron en marcha el plan oculto que habría de tirar por la borda todo aquello que conocíamos como democracia, derechos de los ciudadanos y estado del bienestar, para, llegados a este día, convertir España en una pseudo-dictadura, donde la casta dominante tendrá todos los derechos y la plebe carecerá de todos ellos. Un país donde los ricos serán más ricos y los pobres más pobres, donde el miedo y la coacción impidan a la gente exigir sus derechos, donde el miedo sustituya a la solidaridad y donde, después de casi cuarenta años volvamos a la casilla de salida, dejemos de ser ciudadanos para pasar a ser súbditos y donde todo este tiempo de mal llamada democracia (cuando no ha sido más que una partitocracia bipolar) no será más que un espejismo, un cuento de pesadilla que les contaremos a nuestros hijos cuando nos pregunten por que tienen unos trabajos de mierda, con unos sueldos de miseria y unas condiciones esclavistas, o por qué tuvieron que irse a trabajar a Alemania para ganarse el pan que aquí se les negó.

2 comentarios:

Anonymous luis s.g.s ha dicho...

Estoy completamente de acuerdo.
¿Y que hacer para no dejar esta herencia a nuestros hijos?
Es la pregunta que me hago muchos dias cuando los acuesto, los miro y pienso, ¿como les voy a explicar que todo por lo que lucharon nuestros antepasados y todos los derechos que consiguieron nos lo han quitado de un plumazo?
Necesitamos una revolucion social yá, no podemos permitir que nos esclavizen. Tenemos que empezar a creer que podemos cambiar la situacion "¡puedo porque creo que puedo!". Uff,uff,uff me enciendo y no paro..Bueno lo dicho amigo un gran articulo y completamente deacuerdo con lo expuesto, un saludo y hasta luego.
Luis S.G.S.

2 de septiembre de 2012, 9:56  
Blogger alvarhillo ha dicho...

Tu lo has dicho Luís, teenmos que empezar a creer que podemos cambiarlo y actuar firmemente en consecuencia. Pero todo y unidos, que es lo que ellos temen.

3 de septiembre de 2012, 11:07  

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